En 24 horas aforo completo y 52 personas inscritas a la charla-taller presencial “Cómo hacer que tu hijo adolescente te haga caso y confíe en ti” en el IES Tierno de Moncada.
Esto me hizo pensar en qué estaba pasando para que una charla para padres organizada por el AMPA donde normalmente no se apunta casi nadie (excepto los socios de la asociación Desata Tu Potencial que se apuntan a todo), se hubiesen apuntado 50 personas en tan poco tiempo, y he pensado en varios motivos. Las ganas de aprender, adquirir recursos y mejorar como padre, las dudas por algunas conductas actuales de vuestros hijos y el tercer motivo, el miedo, y creo que el motivo que ganaría es el miedo. Miedo de lo que pueda pasar con mi hijo porque ya no me hace caso, miedo de lo que pueda hacer, de que no me haga caso, de que no estudie, de que se junte con ‘malas compañías’, de que no pueda con él.
Así que si busco el lado positivo, me alegro que la respuesta de la gente haya sido interesarse en la charla para aprender nuevas herramientas que ayuden a crear un mayor equilibrio en las familias.
Como la charla tiene que ser aplazada hasta que la situación del COVID-19 se normalice, he querido escribir este post por si nos puede ayudar a encontrar una nueva forma de relacionarnos con los conflictos que pueden surgir en el día a día y mirar desde una perspectiva nueva las situaciones familiares con nuestros hijos adolescentes.
Os propongo unos tips que a mí me parecen esenciales para construir una relación de confianza con nuestros hijos adolescentes.
No te tomes nada personalmente
Lo que tu hijo hace y te dice no tiene que ver contigo así que no te lo tomes como un ataque o un reproche hacia ti.
En el libro “Los cuatro acuerdos” del Dr. Miguel Ruiz, el autor nos propone revocar los acuerdos inconscientes que hemos hecho con nosotros mismos y que surgen del miedo, y establecer unos nuevos para transformar nuestra vida. El segundo de los acuerdos que nos propone es no tomarte nada personalmente.
Nuestros jóvenes se encuentran en un momento de cambio, de maduración y de revolución interna tanto mental como física. Si cuando recibimos un estímulo proveniente de ellos respiramos y no nos lo tomamos personalmente, podemos contener una reacción negativa de miedo que nos lleve al enfado o la rabia.
Si soy capaz de no tomarme sus acciones personalmente:
- Abro la puerta a colocarme en su lugar y a escuchar lo que puede estar sintiendo
- Puedo parar y pensar en si de verdad es tan importante eso que le quiero recriminar
- Puedo respirar y ver la gran persona que tengo delante
- Ayudo a no agrandar su malestar, situándome a un lado y no entrando en el conflicto
- Puedo expresar lo que me hace sentir sin acusarle
- Puedo posponer la conversación para cuando estemos más tranquilos los dos
Y puedo empezar a ver a la persona que es y no sólo lo que hace o dice.
Confiar en él y verlo como una persona completa y llena de recursos y de bondad, que está aprendiendo y que lo que yo haga está influyendo directamente en su aprendizaje. Y me necesita no para recordarle lo malo que es y lo mal que hace las cosas, sino lo bueno que puede llegar a ser.
Conecta con sus sentimientos
Escúchale con atención. Para lo que estés haciendo cuando te hable y mírale a los ojos. Empatiza con lo que siente y ponle nombre a lo que puede estar sintiendo. No niegues sus sentimientos o les quites importancia.
Imagina que quedas con una amiga y te cuenta que ha reñido con su pareja y tú le dices: “Algo habrás dicho tú para que tu pareja te diga eso”. ¿Cómo crees que se va a sentir? Lo normal será que se ponga a la defensiva. Pero si reconoces sus sentimientos diciéndole “Vaya, parece que estás muy dolida por lo que ha pasado”, quizás ella te dice.. “Sí, lo estoy, la verdad es que le hable mal y él se molestó conmigo…” Y también puedes no decirle nada, sólo escucharla y sólo decir “vaya” la otra persona no se siente juzgada.
Con tu hijo pasa lo mismo, primero necesita sentir que comprendes lo que siente. Luego ya daréis el siguiente paso. Quizás tenga que tomar responsabilidad de sus tareas, pedir disculpas o cambiar su comportamiento. Conectando con sus sentimientos le ayudas a que busque cuál es el siguiente paso que puede dar respecto al problema planteado.
Sé asertivo
Trabajar nuestra asertividad es esencial tanto para nosotros en todos los ámbitos de nuestra vida como para que ellos también aprendan a ser asertivos. Con respeto, dile lo que esperas de él, dile lo que ves, dile lo que sientes, con respeto y de manera objetiva.
Por ejemplo, su cuarto está desordenado y eso te enfada porque la casa es pequeña y te sientes mal con el desorden. Le puedes decir: «Veo que no has recogido tu cuarto. Entiendo que a ti no te molesta estar así, pero la casa es pequeña y el desorden me produce mucha incomodidad». Otras veces, sólo con decir una palabra es suficiente “manos”, “cuarto”, “aparato”, “dientes”…
Pon límites coherentes
Trabaja los límites de lo que es aceptable y lo que no de forma lógica, priorizando en qué temas se pone el límite. Ellos necesitan tenerlos para tener las guías donde moverse pero un exceso de límites les impide madurar y tomar su propia responsabilidad.
Y cómo hago para que confíe en mí

Cuando empiezas a cambiar tu forma de relacionarte con él, de reconocer sus sentimientos y de pedirle las cosas que necesitas para que todo funcione, y además eres capaz de no tomarte nada personalmente, se produce una transformación en vuestra relación que hace que tu hijo sienta confianza hacia ti. Sabe que puede confiar en ti, aunque él siga haciendo su marcha con sus amigos, encerrándose en su cuarto y haciendo cosas que no te gusten.
Nuestra forma de actuar es la que facilita que se construya esa relación de confianza con nuestros hijos.
Pon el foco en la maravillosa persona que tienes delante y dejemos de apuntar a lo que hace “mal” o no nos gusta. Aprender a manejar las situaciones del día a día de otra forma nos ayudará a manejar situaciones más complicadas que se puedan presentar.
Y sí, entiendo que puede ser muy difícil en algunos momentos. Pero ellos son los primeros que están confundidos y desorientados, así que necesitan que nosotros actuemos como adultos para que se puedan apoyar en nosotros.
Necesitan que seamos capaces de ver el miedo que nos inunda y que sepamos elegir el amor por encima de todo.
¿Eres capaz de quitar todas las capas que pones delante de tu hijo y ver en sus ojos a la persona que hay detrás?