A todos nos gustaría mejorar la relación con nuestros hijos y siempre hay cosas que podemos hacer. No somos perfectos. Nadie lo somos y creo que tampoco queremos ser perfectos. Somos humanos, hacemos cosas bien, cosas mal, nos emocionamos, somos vulnerables, sufrimos, aprendemos, reímos, lloramos, nos quejamos, actuamos.
Y siempre, siempre, siempre podemos elegir, aprender, mejorar y crecer un poquito más.
¿Qué pasa cuando la comunicación con nuestros hijos no es como queremos que sea?¿Qué pasa cuando la relación con ellos falla en algún sentido?
A menudo nos puede parecer que vamos por sitios diferentes, que nos hablan mal, que no nos respetan o que simplemente no nos hablan, que no hacen lo que les decimos, etc…
Observarnos
Y el principio para que se pueda producir un cambio en la relación es empezar a cambiar nosotros. Hoy os invito a observaros durante una semana, sin juicio, como reflexión y para abrirnos a los cambios. Observemos cómo estamos, cómo hablamos, cómo actuamos, cómo nos relacionamos…
¿Cómo estás tú? Si estamos descentrados, preocupados o estresados, esto puede afectar a la forma de conectar con ellos. Sólo con cómo hablamos y actuamos al entrar en casa ya estamos enviando un mensaje a la otra persona. Si estás disponible y receptivo o no lo estás.
¿Cómo te comunicas con ellos cuando no hacen lo esperado?
¿Qué espacios de comunicación y diálogo abres en la familia? ¿Cómo utilizas esos espacios?
¿Estás presente? Cuando hablas con ellos, ¿estás en la conversación, les escuchas o estás en otras cosas o con el móvil?
¿Cuál es tu reacción ante sus palabras?
Las toxinas en la familia
Lourdes Bouton y Carles Ventura en su libro “Coaching a jóvenes y familias” hacen referencia a las toxinas de la familia, adaptando a las familias lo que John Gottman define para las relaciones de pareja y denomina como “los cuatro jinetes del Apocalipsis”. Las toxinas son esas actitudes inconscientes que realizamos los miembros de la familia y que generan conflictos y bloquean la comunicación.
Las toxinas son la culpa, estar a la defensiva, el aislamiento y el desprecio.
Culpar a los demás por lo que hacen o no hacen, hablar con negatividad. A mí me recuerda a mí misma con el dedo levantado indicando todo lo que está por hacer… Estar a la defensiva, otra forma de culpar al otro o pasar la responsabilidad a los demás. El aislamiento, cuando la persona se aísla de la familia por haber dejado de creer en ella. El desprecio o desdén que arroja las emociones negativas sobre los otros en forma de humillación, burla o insulto.
En mayor o menor medida y consciente o inconscientemente, todos tenemos estas actitudes. Es tiempo ahora de observar con qué conducta me relaciono más y decidir empezar a hacer algo diferente.
Observar e identificar nuestras actitudes y empezar a cambiarlas producirá un efecto inmediato sobre la relación con nuestros hijos.
Los antídotos
Los autores en el libro nos muestran cuáles pueden ser los antídotos para estas toxinas, que si lo resumo, lo expresaría como comunicación asertiva, negociaciones y acuerdos y escucha activa. Es decir, si tienes algo que te molesta y que te gustaría que tus hijos hicieran diferente en lugar de acosarlos puedes expresar lo que sientes, mostrar cuál es tu necesidad, pedirla y llegar a un acuerdo. En otras ocasiones se necesita escuchar las necesidades del otro, escuchar qué necesita de nosotros o qué le está pasando para poder comprenderlo.
Hagamos por estar a su lado todo lo que nos dejen, busquemos espacios de diálogo en familia, abrámonos también nosotros a hablar y compartir nuestras preocupaciones. Y revisemos nuestras actitudes que dificultan la relación con ellos.
¿Te animas a depurar tus toxinas?
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